Los encantadores trajes de la depresión

No sé qué grado de cercanía has tenido con la depresión. Quizá la padezcas o la hayas padecido tanto en tus propias carnes como en las de alguien cercano; o quizá, simplemente, hayas oído hablar de ella «de lejos». De lo que no me cabe duda es que tienes alguna idea sobre el asunto.

A mí se me antoja como uno de los desequilibrios más creativos y es que, ya desde el principio, al pensar en ella me sumerjo en una maraña de oxímoros que lejos de agotarse se multiplican. Encontramos el primero cuando escuchamos que la depresión es una enfermedad del Ahora generada por un exceso de Pasado, que imposibilita cualquier perspectiva de Futuro; lo cual es comprensible si dirigimos nuestra mirada a nuestra situación actual… Y no, no estoy hablando de la omnipotente CRISIS económica; aunque en algún sentido se encuentra relacionado. Me refiero al materialismo y a la privilegiada posición en la que lo hemos colocado. Es este exceso de materialismo el que poco a poco nos va aprisionando el alma, levantando gruesos barrotes que impiden a nuestro Yo (nuestra esencia más pura y espiritual) penetrar profundamente en nosotros. Es como cuando vamos a una tienda (¡viva el materialismo!) y vemos un traje que nos encanta. Sólo queda ese, pero es de una talla menos. Preguntamos a cuantas dependientas sean necesarias hasta quedarnos convencidos de que no tienen más en el almacén. Entonces, a pesar de saber que es de una talla menos, te lo pruebas. No acabas de sentirte a gusto, pero te encanta y le preguntas a tu acompañante: –¿Se ve muy justo?–  o –¿Qué tal me queda?– cuando sabemos de sobra que nos está pequeño porque no nos podemos mover con libertad. Te miras y te remiras –¡Ay! Pero es que es tan bonito…– y tras un instante de duda se erige la decisión –¡Me lo llevo!– te dices con determinación –seguro que adelgazo un poco y me está perfecto…–.

depresión

Esto mismo es lo que hacemos con nuestro Yo. Le obligamos a encajar en un alma cada vez más encorsetada. Y te preguntarás: –¿Y por qué iba yo a comprarme un traje en el que no quepo?– ¡Buena pregunta! eso también me gustaría saber a mí… Lo lógico sería que mandáramos el traje aprisionador a freír espárragos, pero la realidad es otra: te encantó y decidiste sacrificarte. Lo peor es que a este paso nos vamos a quedar tan anoréxicos que vamos a precisar que nos inyecten espiritualidad en vena.

El segundo oxímoron con el que nos topamos es que la depresión es universalmente conocida pero mundialmente ignorada. Todos «sabemos» qué es la depresión pero… ¿Somos conscientes de lo que realmente implica? ¿Sabrías identificarla cuando quien la padece se esfuerza por disimularla? Precisamente ésta es una de las principales cargas para aquellos que conviven con ella. Los estigmas. Parece ser que tener depresión está mal visto; que a esta depresiva sociedad no le gustan las personas deprimidas, así que nos esforzamos por ocultarla, disfrazarla o ignorarla – ¿Depresión? ¿Dónde?– y la pregunta es la siguiente: ¿Cómo influye este patrón de comportamiento en las personas que la padecen? Nos encontramos aquí ante el siguiente círculo vicioso:                         depresion1¿Deberíamos, entonces, empezar a hablar del fantasma de la depresión?.

Hemos visto que el primer oxímoron se relacionaba, fundamentalmente, con el Hacer. El segundo con el Pensar. Veamos, ahora, qué ocurre con el Sentir..

«Todo dolor es un sufrimiento del alma«, decía Aristóteles, y la depresión no lo es menos. Desde el punto de vista psicosomático la depresión es una enfermedad del estado anímico. Por este motivo no es de extrañar, que al pensar  en ella nos vengan a la mente un sin fin de oxímoros que la describen:.

Camino de gritos silenciosos

Pequeña inmensidad o inmensidad diminuta

Estar lleno de vacío

Silencio ensordecedor

Antigua novedad

Elevación subterránea

Activa parálisis

Caótico orden

Estar felizmente triste

Calma estresada

Finalmente al principio

Respiración asfixiante

Fluida congestión

Muerto viviente

Soledad concurrida

Creo que es importante reflexionar acerca de este desequilibrio tan común e incomprendido; puesto que sólo aceptando, compartiendo y comprendiendo los procesos físicos, psicológicos y anímico-espirituales que atravesamos al padecer una enfermedad, lograremos encontrar el camino de la sanción. El amor, la confianza, la paciencia y la compasión son poderosos aliados con los que debemos vestirnos al tratar con cualquier enfermedad.

No me gustaría acabar esta entrada sin mencionar la otra cara de la depresión. Hasta ahora la hemos tratado desde el punto de vista psicosomático, pero puede ser que se manifieste en dirección inversa, es decir, como desequilibrio somato psíquico. ¿Qué quiere decir esto?.

Lo más común es observar la depresión como fruto de un desequilibrio anímico producido por causas diversas (hormonales, cambios repentinos, hechos biográficos…) Estamos hablando desde la perspectiva psicosomática, en la que el estado anímico se somatiza apareciendo su reflejo en el físico. Pero ¿qué pasa si no nos ocurre nada de esto y sin embargo sentimos pesadez, oscuridad y dificultades para llevar a cabo aquello que queremos? Aquí nos encontramos con el proceso inverso. Es lo somático (el estado físico y las fuerzas que se encargan de su mantenimiento) lo que penetra poco a poco en lo anímico, invadiéndolo. Desde la ciencia espiritual, normalmente se atribuye la causa a un debilitamiento del hígado, que puede ser físico o de las fuerzas que este órgano desprende al organismo (fuerzas de la voluntad), por ello los tratamientos irán dirigidos a fortalecer el hígado y a estimular sus fuerzas etéricas..

Safe Creative #1405190885588Por María López Aragón, Mayo 2014.

 

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